lunes, 19 de marzo de 2012

Anochecer, análisis

Con sólo unos cuantos personajes y con la ayuda de 6 soles, Asimov construye  en Anochecer una historia impactante, por lo que con su trasfondo quiere ilustrar. La primera vez que la leí, al menos, así me lo pareció. En esta segunda ocasión, sin embargo, el susto no ha sido tan hondo.

Al fin, lo que Asimov nos cuenta en Anochecer puede dejar al creyente un poco trastabillado y, al lector, le hace ver con claridad lo que ha sido el lento  avance del conocimiento científico hasta alcanzar el punto en el que ahora se encuentra (¿pensarán igual de nosotros los humanos del futuro?).

De esta historia recordaba el poso acibarado que me regaló su lectura y lo mucho que me obligó a reflexionar, en especial tras leer el párrafo en el que, después de enterarnos de que el astrónomo Aton había solicitado algunos datos al sumo sacerdote (o como quiera que le llamen) de los cultistas, Sor 5, a cambio de refrendar con la ciencia la necesidad de culto al Libro de las Revelaciones, otorgándole  así veracidad a sus creencias, Latimer es enviado por Sor 5 para que tome venganza sobre Aton, pues éste, en realidad, ha suprimido toda necesidad de ellas (las creencias) porque hizo de la oscuridad y las estrellas un fenómeno natural y le quitó su verdadero significado. Y eso, según Latimer, es una blasfemia.

Recuerdo que en este punto, durante aquella primera lectura, me pregunté si los científicos creían que algún día la ciencia podría explicarlo todo. Si así fuera, reflexioné, no había duda de que sería un feo escamoteo a su trabajo no exclamar impresionados: ¡ qué grade es vuestra fe! Porque..., al fin, de fe se trata, ¿no? Pero me desvío, me desvío... Continuemos, pues.

El conocimiento de esas misteriosas estrellas ha viajado en el tiempo, de ciclo en ciclo, merced a lo que de ella se dice en el Libro de las Revelaciones, lo cual plantea la pregunta inmediata de cómo es posible que así sea si, con la llegada de la obscuridad, la humanidad al completo enloquece y se vuelve incapaz de instruir a las generaciones del próximo ciclo acerca de la verdad científica que se esconde tras ese eclipse que ocurre cada 2.049 años. Sheerin da una respuesta arguyendo que el Libro se construye con los recuerdo fugaces de los niños (aún capaces de soportar la obscuridad sin caer en la locura) en combinación con los balbuceos confusos de los retardados medio locos; de manera que el Libro es un compendio de distorsiones, aunque esté basado en datos reales.

Más reflexiones...

De igual modo, las razones que el psicólogo da para explicar el fallo del experimento que emprende Faro al construir un simulacro de lo que está por ocurrir cuando comience el eclipse, tiende de nuevo puentes hacia la mente, productora habitual de nuestros miedos, esperanzas y necesidades: Tal vez no tenía ningún sentido atribuir una significación física a las estrellas. Tal vez la mente, ante la oscuridad total, sienta la absoluta necesidad de crear luz. Tal vez las estrellas sólo sean esta ilusión de luz.

Y más...

Juega muy bien Asimov, tanto con los procesos y leyes físicos, como con los mentales. La verdad es que sabe cómo hacerlo. Por ello, quizá, me gusta tanto este autor, porque sus historias no son narraciones de naves espaciales, con extraños seres que quieren atacar el planeta, el cual sucumbirá, sin duda, ante la imposibilidad de hacer frente a una tecnología demasiado avanzada como para ni siquiera comprenderla. O al menos no son sólo eso. Por cierto,  ¿esa "oscuridad total" refiere a la ausencia de luz o puede ser tomada desde un punto de vista metafórico?

Y, en fin, la existencia cíclica de Lagash recuerda al mito de Sísifo, entretejido, eso sí, con la siempre productiva batalla entre religión y ciencia, todo lo cual construye una historia perfectamente hilvanada que no deja ningún cabo suelto (aunque no acierto a explicarme la escena de un periodista, capaz de conmover el planeta con sus artículos, recibiendo asombrado la explicación de cómo funciona una tea mientras no pone ningún pero a la Ley de Gravitación Universal). Cuenta, además, con un excelente diálogo.